El error de
los comienzos es que nunca se saben hasta cuando terminan. La grandiosidad de
lo cotidiano se mezcla con esas lágrimas que parecen muertas; Nuestro cariño
desmesurado trae consigo una boca de amargura dos veces al mes.
La luz del
sol es eso que ya no veo de frente por miedo a cegarme. Cuando conocí tu mirada
penetrante, también aprendí a no dejar de observar, por que eso implica dejarme
consumir por el huracán de tus pasiones. La última vez será cuando comencemos a
mentir.
Los pasos
de las huellas dejan una limpia consigna de abandono. Las manos frías que
sostienen mi complejo y rebuscado texto, también terminaran por alejarse, es
entonces y solo entonces que emigrare hacia una nube y con ese lapso de finísima
santidad… te dire
Lo siento.