Los buenos momentos no
se fabrican en serie, son una artesanía lentamente moldeada, redondeada
apaciblemente, esperando a surgir de entre la oscuridad y con una luz brillante
contradecir todas las demás cosas que se arrastran y no tienen alas.
Los buenos ratos se
comparten con el corazón y se derriten como copos de nieve, nieve que nunca he
tenido la oportunidad de ver más de una vez; De confundir la cabeza, se envuelven,
se ponen paracaídas deseando un desastre, una coma detrás de otra, y otra.
Yo no compito contra
el tiempo desde que la estrella de mi cochera enmudeció, desde que esperar es
la respuesta, de que sobre el dinero y se compren un alma. ¡Cómprense un alma!,
y envuélvanla en papel brillante, o en una caja de cartón que no pase de veinte
pesos, obséquiensela a la noche, a la luna, al whisky, al perro tuerto que decían
era su amigo.
Lo que mantiene a la
humanidad viva, es el silencio de los que somos muy cobardes para robarle un
mordisco de ambición al mundo; Se cuajan las oraciones al señor de las flores
en los templos de cantera rosa, se someten en solsticios que ahora rezan al
dios muerto.
Los espero a todos de
este lado.