Las luces de la mañana
continúan con las pausas que yo me regale, las confundo con manecillas y veo brillo
rellenando las miradas de personas medio vivas, medio muertas, medio tibias.
Cada sueño que escupo se vuelve un refugio para las promesas que se caen a
pedazos, que se hunden en la tierra y no quiero ayuda de ningún enfermero
apaciguador.
Se vive envenenado por
derecho y morbo propio, por compromiso con la nostalgia, por cariño a las horas
pensando en excusas repetitivas para dejar de ser mejor. Nos queda el
desenfrene de los fines de semana, las bebidas fuertes y los besos largos; Cada
vez que siento la compañía del caos, el orden confunde su tarea y me revuelve todavía
mas.
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