jueves, 14 de noviembre de 2013

Para tenerte a mi lado.

No existe la perfecta disculpa, 
Para que la chingada noche me perdone,
La cotidiana enfermedad  sabe lo que voy a decir,
Tanto sabes de lo que quiero vomitar; Y sabes que ya no tiene caso decirlo.


Entre tanto abismo, el pendejo que te gusta comenta: “El agujero hermoso, realmente profundo es el que tienes en  la parte media de tu pinche corazón, de tu pinche puto corazón”. 

Para tenerte a mi lado, tengo que tomar mi pertinente machete y romperte el cráneo.
Que la sangre de su cerebro tan imbécil se confunda con tu jugo de uva.
Lo matare hasta que la misma muerte me diga: ¡No mames, pinche guey enfermo!.

Mi adormecimiento es podrido, posiblemente no tengo que estar escribiendo esto, chingada madre, pinche habilidad literaria llevada al puto chingado caño. Pero te amo. 

La letra

Tengo letras que no entiendes tan fácilmente,
La agonía de ser yo. se me desangra lentamente,
Que porquería, que tu deleite sea una euforia aplastante.

Alguno de nosotros dice que sabe escribir, cuando escribiendo se mueren las letras de tanto sufrir. Las noches se mueren con las comas, pero peor contigo, porque eres lo peor que mis dedos han dicho, eres lo más nefasto que la propia verdad ha contagiado en la comisura de la podrida piedad que tanto buscas.  

sábado, 2 de noviembre de 2013

Cuando el sueño es el mismo sueño, siempre.


Yo tuve el sueño de tenerte, de verte junto a mi cama, de sentir el aroma de tu piel. 
                 
Tu pijama fusiforme deformando fuertemente mi funesto corazón; Un fibroma ficticio falseando mi fastidiosa frustración. Amándote. Y más increíble aun, tú a mí.

Ese fue el delirio que dilucidaste dentro de las dendritas deformadas de mi desastrosa dualidad… Y espero nunca te vuelvas a enamorar de mi.

Mi boca se pudre, mi pecho se rompe. Mi esfuerzo de lograr partir el premio preciso, para que puedas permitirme pescar tu pequeño paradigma pálido y perfecto… se pierde.

Pero sigo parado en tu puerco amor.                                                                                            
Perdón por ser tan pendejo. 

Glass

Yo casi nunca despierto con  ganas de verme los pies, ni con ansias de buscar el péndulo de acero que da vueltas interminables entre imanes redondeados. Casi nunca me aparezco frotándome entre tu pierna izquierda, mi pierna favorita, la única en la que soy bien recibido.


Hoy casi recuerdo, casi me empiezo a preguntar lo que ya no le digo a nadie. ¡Nadie!, nadie, nadie… nadie.