viernes, 28 de febrero de 2014

Yo no pedí los disparos.

La nostalgia es una compañera que tiene muchas cartas falsas bajo la manga. Ella sabe que ya poco me interesa; Que con esta continua serie de intentos, recaídas, lamentos, y mentiras, ya la boca se me va entumiendo y resecando al punto máximo de solidificación.

La rutina mata al hombre, el transitar con los mismos zapatos por las mismas avenidas, va destruyendo la idea dentro del concepto mismo; Va matando la rima y la esperanza de que existe un mundo moldeable que se puede manosear. La realidad amordaza, apachurra, deshilacha, condensa, enlata, etiqueta y pone en distribución comercial a la loquera de la juventud y la convierte en cotidianidad.

Los disparos de amargura relampaguean uno a uno, como luces entrelazadas con las estrellas del parco firmamento. Yo no pedí ser confinado a un momento, si el momento en mis sueños pareciera engrandecerse y volverse  eterno… o casi eterno; Menos liquido y con un toque de sabor limón.

Todos tenemos tiempo para sentirnos importantes; Pero el tiempo no le ve importancia a cuidarme a mí. Deja que salga la luna, deja que se esconda el sol, deja que el mismo muerto sea quien me cobije con su alma hoy.

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